El pasado domingo 29 de enero, en su casa, a los 61 años, falleció Carlos Pérez Merinero. Fue guionista de cine y novelista, destacando dentro del género negro. Él mismo se definía como terco y radical. Nació en Écija, el 17 de octubre de 1950, y después de algunos viajes motivados por la profesión del padre, acabó viniendo a Madrid a principios de los años setenta. En aquella época formó junto con su hermano David y más amigos el cine-club Peeping Tom, de espíritu iconoclasta, y escribió incendiarios libros de cine junto con su hermano: Cine y control, Cine español: algunos materiales por derribo… También colaboraron en revistas míticas de la Transición, como Posible o Cuadernos para el diálogo, incluso a veces usando el seudónimo colectivo de Marta Hernández.
Pero sin duda, si por algo ha pasado Carlos Pérez Merinero a la posteridad es por sus novelas negras. Empezó a publicar en Bruguera en 1981, con Días de guardar y El ángel triste, superando unas ventas de 10.000 ejemplares por título. El hispanista Albert Buschmann bautizó como "sex & crime" el subgénero que forman sus novelas. Su última novela, La niña que hacía llorar a la gente, publicada pocos meses antes de su muerte, demostraba una ferocidad tan enconada como la de sus inicios, aunque también delataba el paso del tiempo y un cierto afán por la experimentación formal.
También debemos destacar su trabajo dentro del cine español. Trabajó como guionista en 19 películas, de las que destacan Amantes (1991) o La buena estrella (1997), y dirigió la iconoclasta Rincones del paraíso (1997).
Hoy sólo nos queda el recuerdo, que no es poco, y una obra para la posteridad que demuestra que la cultura popular también puede ser una bomba de relojería.
David Panadero
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Revista Prótesis