En la pasada primavera, desde la editorial Drakul se nos encargó la revisión y corrección de uno de sus títulos. Antes de entrar en harina, planteamos a sus encargados si querían, o no, que escribiésemos todos los adverbios «solo» sin tilde o si, por el contrario —y como se puede ver en tantas y tantas publicaciones— manteníamos la habitual e incomprensible postura de conservarla.
Remontándonos algunos meses atrás, una clienta, preguntada por su grado de satisfacción ante un trabajo realizado, nos expuso: «El resultado final está muy bien, pero habéis tenido un pequeño error. Todos los adverbios 'solo' del texto están sin tilde. No os preocupéis, ya lo cambio yo».
Con anterioridad, también recibimos un buen rapapolvo a tenor de un encargo para el Ministerio de Cultura. «¿Cómo es posible que, llamándoos correctores, podáis haber dejado pasar los adverbios 'solo' sin tilde?».
¿Posible? Por supuesto, en todos los casos lo hicimos adrede.
Por eso consultamos antes en el caso de El hombre que viene mañana, ya «habíamos aprendido la lección». Pero, hete aquí que no solo se atendió a nuestras explicaciones, sino que, además, tuvimos la aprobación del equipo editorial para actuar en este sentido.
No es infrecuente que nuestra labor sea considerada en ocasiones como una simple corrección de las «marquitas rojas de Word». Nada más lejos de la realidad. Es indudable la ayuda del ordenador, pero por sí solo no significa nada ante la experiencia del corrector y una extensa bibliografía y material complementario. Siempre estamos encantados de hablar de la magnífica obra del profesor Manuel Seco, de la Real Academia, que tanta ayuda nos proporciona en nuestro trabajo. En uno de sus libros, Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española, podemos consultar el lema «solo» y vemos que, además de ser adverbio y adjetivo, dice: «Para prevenir este riesgo (el de confundir entre adverbio y adjetivo) existe una regla ortográfica según la cual ha de escribirse con tilde solo cuando es adverbio; pero esta regla debe aplicarse exclusivamente en los casos de posible ambigüedad [...]. En realidad, la ambigüedad no tiene por qué presentarse nunca, porque el contexto la resuelve en cada caso [...] lo más recomendable es atenerse a la norma general de no ponerla».
Tiene razón Don Manuel. Nunca hemos encontrado esa ambigüedad que no salve el contexto. Después de tantos años dedicados a leer, hemos desistido de encontrarla.
«Doctores tiene la Iglesia, amigo Sancho...».
Efectivamente, no solo tiene razón Don Manuel. Uno de los enlaces que aconsejamos visitar para resolver esta y otros tipos de dudas es el del magnífico artículo de la doctora Soledad de Andrés Castellanos:
http://www.ucm.es/info/especulo/cajetin/rae.html
Don Manuel, Doña Soledad, ahora sé que no estoy solo, que no soy solo yo, gracias.
Luis Requena. Correctordetextos.com